En tiempos de gran expectativa en la Cd. de México por la Magna Celebración de los Juegos Olímpicos, hecho sin precedente. El presidente de nuestro país Gustavo Díaz Ordaz promovía por radio y en los inicios del uso de la televisión los trabajos realizados de organización. Además de difundir un clima de alegría y bienestar entre su sociedad. A sabiendas que una buena promoción atraería miles de turistas y por ende divisas. No se medía en su título de autoridad y poder, hasta un tren esplendoroso figuró en los preparativos, en el cual se montó un museo con hechos sobresalientes de la historia de México. Todo marchaba a pedir de boca hasta que los estudiantes de la UNAM inconformes por el gobierno actual por no permitir la expresión de sus ideas, decidieron rebelarse. Una tarde del 2 de Octubre de 1968 hubo una sangrienta represión. Díaz ordaz mandó al ejército controlarla y ejecutar a todo el que participara en dicha rebelión. En la mañana siguiente no había huella de lo sucedido, pero se dice que se apoyó con militares de Estados Unidos y en esa noche se borró todo indicio de alguna masacre. Los medios de comunicación no tuvieron acceso y una vez más la libertad de expresión quedó en poder de la autoridad máxima. El Presidente lució como un excelente anfitrión.
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